Después de ir seduciendo a mi hijo Carlos día a día sin ninguna cortapisa, por fin se dio lo que siempre anhelé: ¡Nos convertimos en amantes! Desde ese momento hasta la fecha no hago más que fornicar todos los días con mi adorado hijo, y muchas veces nos tiramos dos o tres polvos diarios. ¡Me siento feliz! No hay nada más placentero que hacerlo con tu propio hijo con esa vitalidad juvenil que a nosotras las mujeres nos hacen dichosas. El morbo que más me excita es que siendo yo su madre y él mi hijo gozamos sin cesar todos los días.