Todo comenzó hace poco más de diez meses cuando cumplí 50 años. Me quedé viuda hace 12 años por culpa de un trágico accidente en el que falleció mi marido y desde entonces mis hijos se han esforzado siempre en hacerme sentir lo mejor posible. El día de mi cumpleaños siempre se convierte en una fiesta tremenda en la que todos mis seres queridos me hacen sentir la mujer más afortunada del mundo.
En concreto, a este último cumpleaños vinieron mis cinco hijos, los tres mayores con sus mujeres e hijos, mientras que mi única hija y mi pequeño, como todavía le llamo, lo hicieron solos pues ambos son todavía solteros. Mi hijo mayor de 33 años es precisamente la causa de que esté escribiendo estas líneas. Vive en Benidorm y es dueño de un famoso hotel de esa bella ciudad. Tras la fiesta todos intentaron convencerme de que sería una maravillosa idea celebrar mi 50 cumpleaños pasando unos días en la playa con mi hijo y su familia. Me negué rotundamente, no quería dejar solos a mi pequeño y a su hermana en casa, porque nunca me había separado de ellos y no creía que pudiesen valerse por sí mismos. De nada me sirvió ya que, antes de darme cuenta, me encontraba de camino hacia Benidorm.