Este relato es corto, porque no hay mucho que contar. Simplemente poner en contexto y directo al grano, o en este caso al ano.
Mi novio, sus amigos, las novias de algunos de ellos y yo; fuimos de vacaciones a un pueblo con costas sobre el mar y poca gente. Queríamos unos días de tranquilidad.
Por más de ser jóvenes, el estrés del trabajo y la universidad era muy grande. Hartos de la ciudad, fuimos a este hermoso lugar.
Nada interesante ocurrió, hasta una noche en la que los muchachos se quedaron hasta tarde tomando y jugando cartas. A mi me ganó el sueño y me fui a acostar temprano.
Un rato después, cuando estaba por conciliar el sueño, siento que alguien abre la puerta de la habitación y se acuesta a mi lado. Creí que era mi novio.
Sentía las manos del que pensaba que era mi novio tocando mis muslos, luego mi culo, pasaba por mis tetas; todo me gustaba. Pero me llamaba la atención, sentía manos más grandes y fuertes que las de mi novio.
Todavía haciéndome de la dormida, le apoyé el culo —estaba detrás de mi— y sentí una verga muy dura, pero más grande que la de él. De vuelta, pensé que era percepción mía.
Esas manos anónimas se metieron debajo de mi blusa, para manosearme mejor las tetas; mientras yo frotaba el culo contra esa pija dura como un mármol.
En un momento sentí que me sacaba la tanga, luego la blusa y quedaba desnuda.
Fue ahí que me di la vuelta y vi que el que me estaba manoseando era José, uno de los amigos de mi novio. Me quedé en shock.
Me tapó la boca, ya que mi primer reflejo fue gritar, después me tomó del cuello muy fuerte y me dijo «ahora vas a ser mía».
No sé por qué, pero así como una parte de mi estaba aterrada, otra parte se dejó o al menos no opuso resistencia.
Él desenfundó un enorme miembro, como de 19 centímetros, muy duro y venoso. Me hizo chupársela toda. Realmente la disfruté bastante. Solo paré una vez, para decirle que era muy peligroso, que mi novio podía entrar en cualquier momento.
Su respuesta fue una fuerte bofetada, seguida de un «me importa un carajo», al que siguió que me meta toda la pija hasta la garganta, empujando mi cabeza con su mano.
Luego me puso en cuatro y me penetró muy fuerte, la sentía hasta el fondo. Era un momento de confusión, pero a la vez mucho placer.
Mientras me daba de perrito, en un momento siento que me empezaba a meter un dedo en el culo. Nunca había tenido sexo anal y siempre me llamó la atención, pero mi novio no quería.
A ese dedo lo siguió otro más, mi ano se dilató un poco y la sensación sumada a las fuertes embestidas, me encantaba.
Eso sí, me sentí confundida por un segundo, cuando me apretó una almohada contra la cara; pero lo entendí perfectamente cuando instantes después, sin mediar palabras y con apenas un poco de saliva; me penetró el ojete. La almohada fue clave para tapar el alarido de dolor que pegué, fue tremendo.
Me dolía muchísimo, comencé a lagrimear, mientras mi violador anal nocturno me susurraba que era una puta, que ahora soy suya y que me iba a destrozar el ojete (lo estaba haciendo).
Me cogió con una fuerza descomunal mientras me estiraba el pelo y me daba nalgadas muy fuertes. Al cabo de unos minutos, sentí como me eyaculaba en lo más profundo del culo.
Y así, sin más ni menos, me la sacó de adentro y se fue. Volvió a la reunión como si nada.
Yo por mi parte, estaba tirada en la cama, con el culo lleno de semen y un dolor que supo convertirse en placer.