El papá de mi mejor amiga

Cuando tenía 18 años, aproximadamente, mi mejor amiga, a quien llamaremos Regina, hizo una fiesta en su casa. Ella era la amiga que toda chica quiere tener, es divertida, amable, confiable y al ser la única hija del segundo matrimonio de su papá, era consentida.

El señor, Alberto, tenía unos 40 años quizás un par de años más. Alto, tez blanca, pero algo bronceado, pues disfrutaba de salir a correr y hacer ejercicio. No era musculoso, pero tenía unos pectorales firmes y brazos algo marcados por hacer gimnasio. Como buen señor, siempre estaba al pendiente de su princesa.

Yo siempre fui muy bajita, tez aperlada, cabello largo negro, en ese entonces con fleco, mi cuerpo era muy delgado, aunque ya tenía buenas curvas, pues ya tenía sexo con mi ahora esposo Fernando.

Regina quera igual de delgada que yo, solo que un poco más alta, siempre compartíamos suéteres y cosas así por ser muy similares en gustos y talla, ambas escuálidas, pero siempre muy “putillas”. Ella es blanca como su papá y cabello a los hombros color castaño, lo que más llama la atención de mi amiga es su pecho que contrasta con el resto de su cuerpo delgado, ella si tenía un desarrollo, pues sus tetas eran motivo de atención con los compañeros de escuela.

Regina celebraría su cumpleaños en su casa, la idea era irnos de antro el sábado con otras 3 amigas, y después quedarnos a dormir en su casa, y así celebrar todo el sábado con su familia y más amigos en su jardín, pues el lugar era amplio y tenía puesta una alberca. Además, a mí me dijo que me podía quedar desde el viernes para planear nuestros atuendos y cosas de chicas.

Mi entonces novio, Fernando, me dijo que no podría alcanzarnos el sábado pues saldría con su familia, así que yo quería tomar mucho sin miedo a que se enojara. El viernes llegué a casa de Regina con mi maleta para el fin de semana, le dejé en su cuarto junto al colchón inflable que ya tenía a manera de cama improvisada.

El viernes por la tarde nos pusimos traje de baño y fuimos a usar la alberca que estaba llena en el jardín, los papás de Regina estaban junto a la alberca tomando unas cervezas para el calor, Alberto nos dio una cerveza a ambas, mientras su esposa decía que no era buena idea, como toda buena mamá, sin embargo, tampoco se opuso tanto tiempo. Nosotras nos la tomamos; pude notar que a Alberto le gustaba mirarnos miradas en la alberca, y eso, honestamente, me calentó, sentía los ojos de Alberto un señor que nos llevaba más de 20 años, mirando a su hija y a mí.

Si bien, mi cuerpo no era tan voluptuoso, si aprovechaba para medir el interés de Alberto, mi culito parado y mis tetas pequeñas se marcaban en el bikini azul marino que llevaba puesto, adrede, metía el calzón entre mis nalgas, como si fuera tanga y salía y entraba de la alberca, y así noté que la atención de Alberto estaba en mí.

Regina le dijo a sus papás que entrarán pero su mamá no aceptó; su papá por otro lado, subió a ponerse su traje de baño, un short que dejaba ver sus piernas delgadas, pero un torso que claramente estaba bien trabajado, no como un modelo, pero si de un hombre maduro que sabía lo bien que se veía.

Cuando Alberto se metió a la alberca, sus pocas canas blancas en su cabellera oscura brillaban un poco, los tres platicábamos en la alberca circular hasta que Regina lanzó una pelota, los tres jugábamos de forma improvisada, Regina abrazaba a cada rato a su papá y yo los miraba, me prendía ver como el con sus brazos abrazaba el escuálido cuerpo de mi amiga, cuando me levante y me acerqué a ellos, Alberto extendió su brazo y me abrazó también, sentí su piel mojada, y aún olía a su loción muy varonil que tenía.

Al salir de la alberca, nos fuimos a cambiar, el cuarto de Regina estaba frente al de sus papás, ahí noté que Alberto observaba un poco, yo fingí demencia y cuando tenía puesta mi tanga y mi sostén, me recosté en la cama fingiendo no saber lo que pasada, pero de reojo, miré a Alberto moviéndose en su cuarto y mirando de vez en cuando.

La cena y el rato que pasamos seleccionado la ropa del siguiente día pasó rápido. En la noche me levanté para ir a la cocina por agua, pues Regina no se despertó a pesar de estarle hablando. Al pasar por el cuarto de sus papás noté que aún había luz, aunque deseaba mirar esperando ver a Alberto, pasé de largo.

En la cocina no prendí la luz para no llamar la atención, justo terminaba mi vaso de agua noté que alguien se acercaba, pregunté si era Regina, pero mi sorpresa fue ver a Alberto solo en bóxer de tela, se notaba que tenía buen paquete, yo lo saludé y platicamos un rato, mismo tiempo que el me desnudaba con sus ojos, podía ver como observaba mi cuerpo y eso me prendía, le di las buenas noches, él me abrazó y sentí su aroma a hombre, además me acerqué a su cuerpo y sentí su pene en mi estómago.

Toda la noche pensé en Alberto, imaginaba verlo desnudo, pensaba en su aroma, en su piel y en su torso; me sentía mal porque mi novio no estaba conmigo.

Al día siguiente, nos arreglamos para la fiesta, la familia y las demás amigas llegaron, algunos estuvimos en la alberca y nuevamente aproveché para pasear con mi calzón entre las nalgas, Alberto me observaba. En un momento le comenté a Regina que subiría a recostarme un poco pues me sentía cansada y más tarde iríamos de antro.

En el cuarto de Regina me tumbé en su cama, me quede dormida unos minutos hasta que sentí que alguien había pasado, así es, era Alberto, al parecer iba a su cuarto pero se detuvo al verme, me preguntó su estaba bien, le dije que sí, el se acercó y se sentó en la cama, noté que había cerrado la puerta.

Yo seguía en traje de baño, el estiró su brazo y alcanzó mi pie izquierdo, fingiendo que platicaba conmigo, comenzó a sobar mi plata, luego con sus manos sobaba mi pie; sentía rico, verlo ahí con su camisa y traje de baño me prendía, mi conchita empezó a mojarse, el me dijo que le gustaba que fuera amiga de su hija y después me invitó a bajar a la fiesta, yo me acerqué a la orilla, pero como el sujetaba mis pies, quede con mis piernas en las suyas, el me estiró y me jaló hacia él, yo quede en sus piernas, el pasó su mano por mis nalgas de forma rápida y discreta.

Me levante y el hizo lo mismo, yo sentía su aroma. Cuando nos dirigíamos a la puerta, me giré para regresar por mi teléfono y el al estar detrás de mi hizo que chocáramos, al ser más alto que yo, levantó sus manos y quedaron en mis pechos pequeños, él no se movió, pero apretó mis pequeños senos. Yo me reí nerviosa y no sé si por lo nerviosa y la posición, me paré de puntitas y lo besé, Alberto respondió con el beso y sonrió, me dijo al verme toda roja que no había problemas, yo me sonrojé y corrí por mi celular.

La tarde pasó y el grupo de amigas nos fuimos al antro, yo no dejaba de pensar en Alberto. Tomamos mucho y ya a las 2 de la mañana, Alberto y su esposa pasaron por nosotras al antro. En la casa, estábamos las 5 chicas en el cuarto de Regina, yo era la más borracha junto con Regina, las otras 3 se fueron a cambiar y a dormir, nosotras seguimos platicando en la sala. La mamá de Regina se fue a dormir porque estaba muy cansada, pero su papá se quedó platicando con nosotras. En el sillón se sentó Alberto y Regina a un lado de él, ella llevaba un mini vestido de lentejuelas plateado y al quitarse sus tacones, subió sus piernas al regazo de su papá, lo abrazó y le pidió un masaje, Alberto sobaba las piernas de su hija.

Se que pareceré enferma, pero me empecé a mojar al ver a Alberto acariciando a su hija, Regina se quedaba dormida en momentos, por lo cansada y borracha, en una de esas, me dijo, deja que papá te dé un masaje, es el mejor, Alberto asintió, yo me acerqué y me puse del otro lado, igualmente, me retiré mis tacones y estiré mis piernas en su regazo, el con su mano izquierda sobaba a su hija y con la derecha a mí.

Las caricias me relajaron, pero recuerdo haber visto como las manos de Alberto subían por nuestras entre piernas y con sus dedos meñiques estirados rozaba nuestra ropa interior, Alberto cambió su cara, había esa lujuria en sus ojos, sus manos de calentaban y mi corazón se aceleraba.

Regina estaba dormida, Alberto subía su mano desde la pantorrilla, hasta su entrepierna, tocaba y apretaba, yo me recargué en Alberto y este pasó su brazo derecho por detrás de mí, bajó su mano hasta mis nalgas y con cuidado empezó a subir mi vestido negro, que no era tan largo, hasta que se subió y comenzó a acariciar mis nalgas; yo fingía estar algo dormida.

Con la otra mano, abrió despacio las piernas de Regina, podía ver su tanga color blanco, el metió la mano en las piernas de su hija y despacio acariciaba su conchita sobre la tanga. Regina entre dormida emitía quejidos, Alberto volvió a levantar su brazo sobre mi hombro derecho y despacio bajó mi vestido, dejando mis pequeñas tetas y mis pezones pequeños muy duros, al aire.

Regina se movió y el paró, solo me abrazó para ocultar que estaba topless, y así yo quede recargada sobre él. Mi amiga se levantó y dijo que se iría a su cuarto, me hice la dormida y le dijo a su papá que cuando despertara me dijera que me fuera a su cuarto, su papá asintió.

Yo me quede en el sillón, Alberto acompañó a Regina a su cuarto para comprobar que no regresara y que su mujer estaba dormida, después bajo y me vio ahí recostada en el sillón.

Apagó las luces y se acercó a mí. Mi corazón latía muy rápido pero seguí fingiendo, solo noté que en la oscuridad, aquel hombre y su silueta grande se acercó, despacio metió sus manos bajo mi vestido, me acarició mi conchita que estaba completamente depilada y si, mojada por la situación, él pasaba sus dedos por mi clítoris, y sentía como embarraba mis fluidos en mis piernas, me retiró la tanga y se la guardó en su pantalón.

Pensé que sería todo, pero después, abrió mis piernas y levantándolas, me dejó como en visita a ginecólogo, se acercó y sentí su respiración caliente en mi zona, el comenzó a pasar su lengua por mi inglés, mis muslos, hasta llegar y plantarse en mi conchita. Su lengua entraba a placer, yo no pude evitarlo y emití un pequeño orgasmo, algo de fluido salió de mí, el me jaló de mis manos y me levantó.

Nos comenzamos a besar, el bajo a besar mis pezones, los chupaba fuerte, sus manos grandes apretaban todo mi cuerpo, mi conchita estaba muy, muy mojada entre mis fluidos y la saliva de Alberto. Él paró en seco y me tomó de la mano, me llevó a la cocina y abrió la puerta de la lavandería, ahí nos metimos.

Ya dentro de la lavandería, Alberto bajó mi vestido hasta el suelo, él se quitó su ropa y comenzamos a fajar, el me cargó y me frotaba contra él; podía sentir su pene grueso y algo largo pasar por mi conchita que estaba mojada. Después de un rato de besos intensos y faje, me puso de rodillas y me metió su verga gruesa en la boca, su sabor era salado por mis fluidos cuando se frotaba.

Después me levantó y me comenzó a besar en la boca y el cuello, su dedo medio de la mano me acaricia mi colita, quería entrar en mi pequeño agujero, yo le dije que parara, pero el solo ensalivó su dedo y lo clavo sin dudar, yo tuve que ahogar el grito, él estaba muy prendido.

Alberto me levantó y me colocó como en película porno, me recostó en la parte superior de una mesa pequeña de madera y abrió mis piernas, comió un poco, apretaba mis pezones muy fuerte mientras su lengua recorría cada pedacito de mi conchita, se levantó y me miró.

Aún en la oscuridad sus ojos brillaban de lujuria, se acercó a mí y me dijo “tengo que entrar, me tienes muy caliente”, yo lo miré y le pedí que lo hiciera con cuidado, ni siquiera pensamos en condones, el escupió en mi conchita y golpeó un poco con su pene, hizo la piel del prepucio hacía atrás y su cabeza rosa claro brilló con la escaza luz, así entró despacio.

“Estas muy caliente y apretada” me decía, yo solo apretaba sus brazos que estaban duros y sentía lo fuerte que era, él se inclinó cobre mi quedando encorvado, yo lo abracé y empezó a darme fuerte y seguro, mientras me clavaba yo sentía que tocaba el cielo, recuerdo que me vine 3 veces y él me dijo que lo dejé empapado, su pene estaba resbaloso, así que me sujetó de las axilas y me levantó.

En un subir y bajar, como si él rebotara, me daba muy rico, su lengua entraba en mi boca y jugaba con mi lengua, yo sentía su aroma impregnado en mí, nuestro sudor comenzaba a hacer ese sonido de dos cuerpos chocando.

Cuando sentí que sus piernas temblaban me bajó, me bajó del hombro y me pidió abrir la boca, así lo hice y de pronto sentí su leche caer en mis labios, en mi cara, su sabor fuerte llegando a mi lengua.

Alberto estiró su mano y prendió una linterna que estaba en una repisa, aproveché y con mi mano quité el exceso de semen que escurría en mi cara, estaba llena, el semen que quedó lo embarré en mi estómago. Alberto me miró, “un no acabamos”, de la ropa sucia que estaba en un bote, tomó una camiseta del gimnasio, era de él, olía muy fuerte a sudor seco; paso la camiseta por su pene, lo limpio haciendo muecas y luego me limpió mi abdomen.

Me dio la vuelta y me volvió a meter su pene algo flácido, pero con cada embestida recuperaba su firmeza, tomaba mi cintura, luego apretaba mis pequeños pechos, me apoyó sobre la mesa y estuvo dándome más rápido.

Yo estaba extasiada, me volví a correr dos veces más, el lo sintió y su pene grueso salía por lo resbaloso, luego lo sacó y lo puso sobre mi conchita que estaba muy mojada y algo abierta por tanta fricción, ahí sentí como aventó su leche, la cual se quedó sobre mi conchita escurriendo hasta el suelo, me miró por unos segundos y solo me dijo “ya eres mía”, metió su pene de golpe y con eso un poco de su semen, yo me apoyé en mis codos para ver ese momento.

Nos limpiamos de nuevo, pasé al baño de abajo y fingiendo ir algo adormilada, entré al cuarto con las demás, todas dormían.

A la mañana siguiente Alberto se portó como un caballero y ambos fingimos demencia, aunque sabíamos todo lo que había pasado y cada mirada me hacía saber que quería repetir, sin embargo, ya no se pudo pues me fueron a dejar a mi casa.

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