Sexo con la chica de la limpieza

Es conocido que el escritor Georges Simenon necesitaba echarse como mínimo ocho polvos al día con otras tantas mujeres distintas (sin contar los que tenía con su esposa del momento) para estar satisfecho y poder así escribir desahogado.

Marcus no le va a la zaga. Aquel día, tras la sorpresa que tuvo Marta al verlo en el local, la dejó follando en el despacho con Elsa y Aida y, como era su costumbre, se fue al gimnasio.

Mientras acababa de ducharse tras una sesión de máquinas, ya le estaba dando vueltas a la idea de joder antes de comer. La cuestión, claro, era con quién; le apetecía algo diferente.

La idea le ponía cachondo y, sonriendo, salía secándose con su verga ya en su máxima expresión cuando, al levantar la vista, se topó de frente con la chica de la limpieza que, petrificada, tenía puesta su mirada en ya sabemos dónde.

-¡Oh, señor Marcus!. Creía que no había nadie a estas horas… – le dijo compungida. Sabía su nombre por ser un cliente importante y, claro, porque ya le había echado el ojo.

-Te llamas… – mirándola directamente a los ojos.

-Miriam, señor – le contestó ruborizada.

Marcus no ha podido, ni ha querido, evitar pasar revista a la chica de pies a cabeza, deteniéndose especialmente en su más que generoso escote. Deja caer la toalla para exhibir sus grandes virtudes y le posa la mano en la nuca, atrayéndola hacia su cuerpo aún húmedo. Miriam, sin oponerse, todo lo contrario, se quita las gafas y se deja hacer. Abraza a Marcus con sus dos manos en las duras nalgas y su boca se ve engullida por él, ambas lenguas buscándose ansiosamente, compartiendo la saliva.

Pronto se ve despojada de su uniforme, haciéndose visible un sugerente conjunto morado, sus pechos apenas retenidos por el sujetador.

-¿Siempre llevas lencería sexy en el trabajo, Miriam? – le pregunta antes de liberar sus tetas y empezar a lamer sus pezones.

-Sí… me hace sentir poderosa… – responde gimiendo- Cómame señor Markus… entera… – le pide con un dulce acento andaluz.

Miriam siente, apretado a su vientre, el pene erecto y, enardecida, apoya su espalda en las taquillas para que, desnuda, Marcus se arrodille entre sus piernas de infarto y empiece a degustar su coño con hambre atrasada, a erizar su botón secreto con la punta de lengua mientras con dos dedos la masturba al tiempo que ella se retuerce los pechos de placer.

Como si hubiera perdido la voluntad, deja que le dé la vuelta y, mordiéndole el cuello a la vez que le manosea las tetas, la penetra desde atrás. Nunca había tenido dentro una herramienta de ese calibre y las piernas le tiemblan ante sus embestidas. Su olor al respirar en su nuca la excita y nota su mano en la nalga. No puede evitar eyacular ya, sus muslos están mojados, pero Marcus sigue bombeándola sin pausa.

-Señor Marcus… ahora, por favor, por el culo…

Él no se hace de rogar y, con el glande al rojo vivo, inicia una lenta introducción por el estrecho canal contemplando ese espléndido trasero

-Es mi primera vez, señor…

-Te lo haré con cuidado, preciosa.

Sus acometidas son cada vez más rápidas y profundas y Miriam, casi sin respiración, se toca hasta venirse de nuevo.

Cuando la excitación de Marcus llega al súmmum le pregunta entre jadeos:

-¿Dónde quieres que me corra, Miriam?

-En mi boca, sobre mi lengua. Siempre he soñado con eso.

Así que la voluptuosa chica se coloca de rodillas frente a él, le chupa los huevos, su polla aún dura, hasta que, cuando percibe las convulsiones y gemidos, abre la boca para que el semen retenido se derrame espeso en su interior.

Estando en esa posición, él de pie con toda su musculación marcada, ella de rodillas, se oyen unos pasos y…

Pero eso os lo dejo a vuestra imaginación. Que no lo voy a narrar todo…

Deja un comentario