Se incorporo en la cama y mientras bostezaba se seco el sudor de la frente. Fuera, ardía la tarde y mientras andaba suavemente cual princesa, se saco las bragas del culo y cerro la puerta del baño tras de sí. Se sentó en la taza del vater y al separar las piernas el intenso olor de su sexo la embriago y no pudo por mas que encoger sus piernas y apretar fuertemente los muslos. Presa de aquel escalofrió le excito la idea de usar alguno de los juguetes que recientemente había comprado y que desilusionada, había dejado abandonados en el fondo del cajón bajo el lavabo. De todos ellos escogió el menos fálico, sin saber porque, simplemente por que si… Aquello bien podía haber sido un collar o algo parecido, pero en la cajita ponía en letras rosas: bolas anales. Le excito imaginar como se usaría aquello y sobretodo el hecho de que ninguna de sus amigas, le hubieran hablado jamás al respecto de este articulo. Sin leer indicación alguna se dejo llevar por su instinto y se incorporo sobre el borde del bidé, con el fin de tener las rodillas bien altas y sus nalgas separadas. Una vez mas su sexo emanó un olor intenso que subió acariciando cálidamente sus pechos, mientras estos se endurecían dejando aflorar dos tersos pezones, para finalmente inundar por completo su nariz de aquel placentero perfume sexual.