En el subterráneo
La tarde era calurosa. En un vagón del subterraneo, casi vacío, Moní escuchaba a Isa. Ella le contaba, entre risas, cómo había terminado su última “búsqueda” (como ella las llamaba): después de comer, el tipo la había llevado a su casa y habían terminado en un cuarto grande, espacioso y blanco. Isa recordaba el techo. El tipo se jactaba del buen tamaño de su miembro (y más o menos tenía razón), pero cogía sólo para él, a lo bestia y sin ritmo, se detenía de la nada y daba bufidos muy extraños, como si todo el tiempo fuera a desfallecer.