Encuentro de despedida en el hotel
La habitación del hotel estaba con ventanas y persianas cerradas que bloqueaban cualquier rastro del mundo exterior. Las luces del techo y las lámparas de mesita estaban encendidas, bañando cada rincón en un resplandor cálido y crudo que exponía cada detalle. Luci quería verlo todo, y yo también. El silencio era absoluto, roto solo por los sonidos que pronto llenarían el espacio: jadeos, gemidos, el choque de sus cuerpos. Me senté en un sillón clásico de hotel, de tela beige con patas de madera, justo frente a la cama, con una vista directa a la acción. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de excitación ardiente y un nudo de celos que me apretaba el pecho.
Luci, mi novia de 33 años, estaba a punto de cumplir una fantasía que había crecido en meses de coqueteo y fantasías con Erick en la oficina, donde trabajaban juntos en marketing. Él estaba renunciando, y esta noche era su despedida, un adiós salvaje que yo observaría, como aquella vez en nuestra casa, semanas atrás, cuando Luci le dio sexo oral frente a mí.
Luci estaba en la cama, esperándolo, su cuerpo delgado envuelto en lencería negra que me tenía al borde de la locura. Llevaba una tanga crotchless que dejaba su vagina expuesta, mallas negras que abrazaban sus piernas esbeltas, y un brasier de encaje negro que realzaba sus pechos medianos y firmes.
Su cabello castaño caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos cafés brillaban con deseo y un toque de nervios. Erick entró, su presencia de 1.90 metros dominando la habitación. A sus 26 años, su cuerpo atlético —hombros anchos, abdomen definido— era imponente. Se acercó a Luci con una sonrisa depredadora, sus ojos devorándola. “Estás increíble”, gruñó, con voz grave. Luci se mordió el labio, susurrando: “He soñado con esto desde nuestros coqueteos en la oficina”.
Erick no perdió tiempo. La besó con intensidad, su boca reclamando la de ella, mientras sus manos desabrochaban el brasier con destreza, dejándola solo con la tanga crotchless y las mallas. Sus pechos firmes quedaron expuestos, los pezones endurecidos bajo la luz. Él se desvistió por completo, su erección prominente haciendo que Luci jadeara. Se arrodilló sobre ella, a la altura de su pecho, su miembro cerca de su rostro, ese pene de 21 cm bastante más grueso que el mío. “Hazlo como la última vez”, ordenó, su tono dominante. Luci, con una mirada lujuriosa, lo tomó con ambas manos, sus labios rodeándolo lentamente al principio, saboreando cada centímetro.
Su lengua recorría la longitud, deteniéndose en la punta, succionando con una intensidad que hacía que Erick gruñera de placer. “Sí, así, Luci… tu boca es adictiva”, murmuró él, enredando sus dedos en su cabello para guiarla. Ella lo engullía con avidez, sus ojos cafés fijos en él, su respiración agitada mientras lo trabajaba con una mezcla de delicadeza y hambre, alternando entre lamidas lentas y succiones profundas que lo hacían tensarse.
El espejo a un lado de la cama reflejaba la escena: su cabello desordenado, su boca moviéndose rítmicamente, el cuerpo de Erick tenso por el placer. “Más profundo, Luci… demuéstrame cuánto lo quieres”, exigió él, y Luci obedeció, tomándolo hasta el fondo, sus gemidos vibrando alrededor de él. Mi excitación era abrumadora, pero los celos me golpeaban al ver cómo ella lo disfrutaba, sabiendo que él la llenaba de una manera que yo no podía.
Erick se recostó en la cama, jalando de Luci para que lo montara. “Sin condón”, dijo ella, su voz temblando de deseo. “Quiero sentirte todo”. Se posicionó sobre él, guiando su pene hacia su vagina a través de la tanga. El sonido de su unión fue húmedo, crudo, mientras ella descendía lentamente, gimiendo al sentir su grosor estirándola. “Oh, Dios, Erick… la tienes bien grande”, jadeó Luci, sus caderas comenzando a moverse, primero lentas, luego más rápidas, sus pechos rebotando bajo la luz.
Él la sujetaba por las caderas, empujando hacia arriba para penetrarla más profundo, cada embestida haciendo que sus paredes internas se contrajeran alrededor de él. “Que rico se siente… apriétame más”, gruñó Erick, sus manos subiendo a pellizcar sus pezones, arrancándole gritos de placer. Luci aceleró, cabalgándolo con una pasión desenfrenada, su clítoris rozando contra su base con cada bajada. “¡Sí, justo ahí! No pares”, suplicó ella, sus ojos cerrados en éxtasis.
Luego, sin detenerse, se giró en reverse cowgirl, dándome una vista perfecta de su cuerpo arqueado, las mallas negras resaltando sus piernas. Erick aceleró, penetrándola con una rapidez feroz, sus manos apretando su cintura mientras embestía desde abajo, golpeando ese punto sensible dentro de ella una y otra vez. “¡Más rápido, Erick! Me vas a hacer explotar”, gritó Luci, y él obedeció, sus caderas chocando contra sus nalgas con un ritmo implacable.
El placer acumulado la llevó al límite: su cuerpo tembló violentamente mientras un squirt intenso brotaba, líquido disparándose sobre las sábanas y sus muslos, mojando todo a su alrededor. “¡Sí, eso es! Orgasmeate para mí”, animó Erick, sin frenar, prolongando su orgasmo hasta que ella colapsó jadeante sobre él.
Sin darle respiro, Erick la recostó de espaldas contra su pecho. Él la levantó, colocándola en una posición de full nelson: sus brazos sujetando las piernas de Luci por detrás de las rodillas, abriéndola por completo, sus manos entrelazadas detrás de su cuello. La tanga crotchless facilitaba cada embestida profunda, y el espejo mostraba su vulnerabilidad y placer absoluto. Erick la penetraba con fuerza, su pene entrando y saliendo en ángulos que golpeaban su punto G sin piedad. “¡Erick, es demasiado! Me estás volviendo loca”, gemía Luci, sus piernas temblando incontrolablemente mientras oleadas de placer la atravesaban.
Él gruñía en su oído: “Tómalo todo, Luci… eres mi puta esta noche”. Ella llegó al clímax varias veces, su cuerpo convulsionando en sus brazos, fluidos goteando por sus muslos, pero Erick mantenía el ritmo, su control dominante prolongando su éxtasis. “Otro más… dame otro orgasmo”, ordenaba él, y Luci obedecía, gritando mientras su cuerpo se rendía una y otra vez.
Luego la puso en cuatro, sus rodillas hundiéndose en la cama. Erick tiró de su cabello con firmeza, arqueando su espalda, y comenzó a penetrarla con fuerza, cada embestida resonando en la habitación como un eco de su deseo. Su pene grueso la llenaba por completo, saliendo casi del todo antes de empujar de nuevo, profundo y rápido. “¡Jálame más fuerte! Quiero sentir tu huevos chocar”, suplicó Luci, y él obedeció, enredando su cabello en su puño mientras aceleraba. Cambió a sujetar sus brazos hacia atrás, inmovilizándola por completo, su otra mano azotando ligeramente su nalga para añadir un toque de picante que la hizo jadear.
Sus pechos se movían hipnóticamente, sus ojos cafés cerrados en éxtasis puro, su boca entreabierta dejando escapar gemidos inarticulados que se volvían más altos con cada penetración. “¡Sí, así! Cógeme más duro, no pares nunca”, rogaba ella, su cuerpo temblando de anticipación. “Estás bien apretadita… voy a llenarte por completo, Luci”, respondió él, su voz grave y posesiva, y finalmente eyaculó dentro de ella, su semen caliente derramándose en chorros profundos y pulsantes que se veían en el espejo como un clímax visual, su pene latiendo visiblemente mientras la llenaba.
Luci tembló con un orgasmo final intenso, su vagina contrayéndose alrededor de él, absorbiendo cada gota con avidez; a ella le encantó sentir esa calidez inundándola, el contraste de su grosor estirándola al máximo y el flujo cálido marcando su unión, un placer prohibido y adictivo que la dejó sin aliento. “¡Oh, Dios, sí, adentro! Me encanta sentirte terminar dentro de mí, es lo mejor que he sentido”, jadeó ella, girando la cabeza para mirarlo con ojos brillantes, sintiendo cada pulso como una ola de éxtasis que prolongaba su gozo.
Sin pausa, Luci se giró, aún jadeando, y comenzó a hacerle sexo oral de nuevo, sus labios trabajando con urgencia: lamiendo el semen residual, succionando la punta sensible hasta que él volvió a estar erecto, su grosor brillando bajo la luz. “Buena chica… te voy a dar duro otra vez”, elogió Erick, guiando su cabeza con gentileza al principio, luego con más firmeza.
Erick la acostó boca arriba al filo de la cama, levantando sus piernas sobre sus hombros. La penetró profundamente, cada embestida lenta al inicio, permitiendo que su longitud explorara cada rincón de ella. “¡Más profundo, Erick! Quiero sentirte hasta el fondo”, exigió Luci, sus ojos cafés clavados en los suyos.
Él aceleró, inclinándose para besarla mientras empujaba, su abdomen rozando su clítoris con cada movimiento, creando una fricción que la hacía arquearse. Sus piernas temblaban sobre sus hombros, sus uñas clavándose en su espalda mientras llegaba a otro clímax, sus paredes contrayéndose alrededor de él. “¡Me estás matando de placer!”, gritó ella, y Erick sonrió: “Aún no hemos terminado”.
Para intensificar, Erick la levantó en una posición de piledriver: Luci boca arriba con las caderas elevadas, sus piernas dobladas hacia su cabeza, exponiéndola por completo. Él se arrodilló sobre ella, penetrándola desde arriba con embestidas verticales que golpeaban directamente su punto más sensible.
El ángulo era brutal, su pene grueso estirándola al máximo, y el espejo reflejaba su expresión de puro éxtasis. “¡Oh, Dios, esto es intenso! No pares, por favor”, suplicó Luci, sus manos aferrándose a las sábanas mientras oleadas de placer la invadían. Erick gruñía: “Toma cada centímetro… siente cómo te abro”. Ella tuvo múltiples orgasmos en esta posición, su cuerpo temblando, fluidos escapando con cada retirada, hasta que jadeaba exhausta.
Luego, la giró a una posición de cuchara lateral, acurrucándose detrás de ella para una intimidad más profunda. Su brazo rodeándola, penetrándola desde atrás con movimientos lentos y circulares que rozaban su clítoris con su base. “Esto se siente tan rico.. cogeme así”, murmuró Luci, girando la cabeza para besarlo. Él aceleró gradualmente, su mano bajando para estimular su clítoris mientras empujaba, creando una doble sensación que la llevó a otro nivel de placer. “¡Sí, toca ahí! Me vas a hacer terminar de nuevo”, gemía ella, y Erick respondía: “Termina en mi verga Luci… apriétame fuerte”. El ritmo se volvió frenético, sus cuerpos sudorosos deslizándose juntos, hasta que ella convulsionó en sus brazos.
Para algo más ardiente, Erick la puso en una variante de misionero con piernas abiertas en V, sujetando sus tobillos para mantenerla expuesta. Penetraba con embestidas rápidas y superficiales al principio, luego profundas y lentas, alternando para torturarla de placer. “Me encanta cómo me controlas”, jadeaba Luci, sus pechos moviéndose con cada impacto. Él se inclinaba para succionar sus pezones, añadiendo capas de sensación que la hacían gritar. “Tienes la vagina muy sensible, voy a hacerte explotar”, prometía él, y cumplía, llevándola a orgasmos que la dejaban temblando.
Luego, sin salir de ella, la levantó, cargándola frente al espejo. Luci miraba su reflejo, sus ojos cafés encendidos de placer, sus gemidos intensificándose mientras tenía varios orgasmos, sus uñas clavándose en los hombros de Erick. “¡Míranos! Me estás cogiendo tan bien”, exclamaba ella, y él respondía: “Eres perfecta… toma más”. Sus embestidas eran potentes, su fuerza sosteniéndola mientras la penetraba de pie, el espejo captando cada gota de sudor, cada expresión de gozo.
De repente, Luci me miró. “Quítate del sillón”, dijo entre jadeos. Obedecí, sentándome en la esquina de la cama. Erick, aun cargándola, se sentó en el sillón, y Luci se giró de espaldas a él, rebotando sobre su pene con sentones fuertes. Subía y bajaba con ímpetu, su tanga crotchless y mallas resaltando cada movimiento.
Su longitud aseguraba que nunca se saliera, y el sonido de sus cuerpos chocando era hipnótico. “¡Voy a hacerte terminar yo!”, decía Luci, acelerando. Erick gruñó: “Voy a terminar otra vez”. Luci se arrodilló frente a él, se metió su pene en la boca, succionando y lamiendo hasta que él eyaculó en su boca y sobre su rostro, un chorro cálido que ella recibió con una sonrisa lujuriosa, tragando parte y dejando que el resto goteara por su barbilla.
Exhausta, Luci se recostó en la cama, su lencería negra desordenada, su rostro sonrojado y satisfecho. Me miró, sus ojos cafés brillando con una mezcla de cansancio y euforia, y susurró: “Gracias por esto… fue increíble. Erick me ha cogido como nunca imaginé, no sabía que era posible tener tantos orgasmos así. Quiero volver a repetirlo, amor, por favor”. Sus palabras me golpearon, intensificando ese torbellino de excitación y celos, pero también una extraña satisfacción. Erick se levantó, se puso su ropa con una sonrisa confiada. “Buen adiós”, dijo, y le dio un beso a Luci antes de salir.
Me acerqué a Luci, sentándome a su lado, mi mente revuelta pero mi corazón conectado con ella. La había visto alcanzar un éxtasis que no creí posible, y aunque una parte de mí comparaba, otra sabía que esta noche había sido nuestra fantasía compartida, un recuerdo imborrable que nos unía aún más, incluso si ella soñaba con repetirlo.