Me había escrito un correo, me había dicho su edad y me mandara unas fotos de su cuerpo. Era una mujer madura. ¡Y cómo estaba! Sus piernas era largas, su culo pequeño y redondo y sus tetas eran unas tetazas.
Me preguntó si tenía Telegram, le dije que no, pero que lo iba a bajar. Por Telegram me mandó fotos en la que estaba en ropa interior en poses atrevidas y en las que se le veía la cara y era guapa. Jugamos, y después de correrse no supe de ella hasta una semana después, me llegó un mensaje por Telegram, que decía:
-Caliente…
-Estuviste desaparecida en combate. ¿Follaste mucho?
-Todo lo que pude. ¿Sabes cómo me gusta follar?
-Cómo te gusta.
-De todas las maneras, tú encima y mis piernas en tus hombros… Yo cabalgando, a cuatro, de todas las maneras.
-De lado también se disfruta, de todos modos se disfruta.
-Sí. ¿Cómo me follarías?
-A ti te quería encima pasa verte mejor.
-Cabalgándote y mirándote.
-Sí, para ir viendo cómo cambia tu rostro, y luego ver cómo te corres, sería delicioso.
-Haz que me corra. Estoy cachondísima.
-¿Dónde estás?
-En casa. Caliente.
-¿En qué sitio?
-En el sofá.
Abre las piernas.
-Las tengo abiertas.
-Con dos dedos mojados acaricia el clítoris de abajo a arriba… Con la otra mano acaricia los pezones… Mete dos dedos dentro del coño con ellos mojados acaricia el clítoris hacia los lados y alrededor… Imagina que es mi lengua… Deja el coño un momento y céntrate en tus tetas… Amásalas y juega con los pezones… Pellízcalos imaginando que te los muerdo… Ahora tócate el ojete sin follarlo…
Olvide deciros que yo estaba meando cuando me llegó el primer mensaje al móvil. Me sentara en la taza y ahora me la estaba pelando. Escribió:
-Ufff.
-Imagina que te lo lame esa puta que te cae gorda, pero que está muy buena. Imagina que tus dedos son su lengua.
-Estoy tan caliente que me voy a correr.
-Ahora es mi lengua… Mi polla roza tu ojete… Mete un dedo, es mi polla.
-Siii. Fóllalo.
-Cierra los ojos e imagina que te folla quien más te gusta… Mete y saca, mete y saca y con los dedos de la otra mano acaricia el clítoris… Acaba cuando quieras, pero córrete en mi boca.
Ese día no me volvió a escribir.
Recostado contra la cisterna la imagine corriéndose y machacándola me corrí cómo un cerdo.
Unos días después me volvió a escribir. Leí:
-El otro día llegó mi marido cuando me estaba corriendo.
-¿Qué te dijo?
-No fue lo que me dijo, fue lo que me hizo.
-¿Qué te hizo?
-Me echó un polvo que me dejó mirando para Cuenca. Gracias, Quique.
-Dáselas a él.
-Te las doy a ti porque tú encendiste la mecha.
Estuve para decirle que ya la tenía encendida, pero me callé y hablé de otras cosas.
Quique.