Mientras preparaba el cap.3 del abogado, me recordé de un comic de un dibujante americano que había leído, y que se los recomiendo (Jab comics), y decidí escribir esta historia basada en él,.
Tengo la firme convicción de que mi temprano despertar sexual se debió a que adquirí los genes de mi abuelo quien era de complexión robusta además de ser un atleta. Él había jugado basquetbol para la selección del estado de Texas, hasta que cumplió los treinta años, fecha en la que debió retirarse a causa de una seria lesión en su rodilla que sufrió en un partido.
Pero lo que hacía peculiar a mi abuelo, aparte de su altura y robustez que yo admiraba, era que su amor por las mujeres no tenía límites. A sus setenta años ya viudo, había tenido tres amantes. Yo solía visitarlo a su casa cuando tenía diez años, y conocí a una de ellas. Era una mujer morena que para mí a esa edad, me llamó la atención por su esbeltez y juventud. Después supe que tenía una diferencia de edad de más de 30 años con él.
Varios años después, me tocó concurrir a su velatorio. Es muy habitual que en esas ocasiones se escuchen toda clase de comentarios del finado. Y fue precisamente mientras yo estaba sentado comiendo un sándwich y bebiendo una bebida gaseosa, que oí unas mujeres hablando, o mas bien cuchicheando acerca de mi abuelo.
«¿Tu supiste cuantas amantes tuvo el finado en sus últimos diez años?» le dijo una, claro no como pregunta sino como una introducción de lo que venía más adelante.
«No tengo mucha idea, pero sí sabía que era un puta madre»
«Cinco y todas mujeres jóvenes.»
«¡Cinco! ¿Pero cómo la tenía? Porque no creo que haya sido por su dinero, ya que rico no era por lo que yo sé»
«Tal vez era rico, pero por otra cosa ¡la tenía enorme! Por lo que me contó una de ellas que conocí. Decía que le llegaba más arriba del ombligo cuando la tenía parada, además de gorda, tanto que ella se la tenía que agarrar con dos manos cuando lo mamaba»
«Uff. Ojalá que mi Edward la tuviera la mitad así de buena» Dijo la amiga, elevando los ojos hacia el cielo, como en una plegaria.
Y claro, el entusiasmo de la conversación las había llevado a lentamente a elevar el tono de su cuchicheo, y de pronto se dieron cuenta que yo estaba al lado de ellas, y cambiando miradas culpables, se callaron de inmediato, para después retirarse a otro costado de la sala en donde yacía mi abuelo, el puta madre.
***
MI abuelo desde pequeño me inculcó la idea de hacer deporte cosa que hice de buen agrado, ya que quería imitarlo, sobre todo cuando el me mostraba un álbum de fotos en la que aparecía alzando copas en campeonatos en los que había participado.
Cuando cumplí los catorce años, varias cosas cambiaron diametralmente mi vida. Primero mi madre falleció de una enfermedad incurable, lo que dejó destrozado a mi padre.
Queriendo tal vez romper un poco con los recuerdos de mi madre que la casa en que vivíamos y que le provocaban tanto a él como a mí, la que había sido nuestro hogar de toda la vida, mi padre decidió cambiarse a Los Ángeles, California, aprovechando una vacante para la jefatura de una sucursal que se había abierto en la empresa de computación en la que trabajaba.
Allí ambos tuvimos que recomenzar nuestras vidas desde cero. Pronto creé nuevos amigos y especialmente amigas. La razón de mi éxito entre las muchachas se debió a que pronto fui llamado por el entrenador de la universidad para que integrara el equipo de basquetbol, cosa que me dio un puntaje extra entre las féminas.
Mi padre por su parte, a sus cincuenta y cinco años, me comentó un día, de manera muy a la pasada, que estaba saliendo con una colega.
Un día me llamó para que almorzáramos juntos. Era algo que no acostumbraba, ya que siempre nos veíamos en la noche. Al preguntarle por la razón, me dijo que quería presentarme a su amiga.
«¿Quieres que salga con ella?» Le dije en sorna.
«¡Cómo te gustaría! ¿No? No te pases de la raya. Te espero a la 13 en el restaurant Balboa.»
Ese día después de clase me dirigí al Balboa en el centro de la ciudad. Cuando entré, mi padre me hizo señas desde una mesa en la terraza en la que estaba sentado, y pude ver frente a él, estaba una mujer, que a juzgar por la silueta me pareció bastante menuda.
Cuando estuve al lado de la mesa mi padre me la presentó.
«Oscar, te presento a Sue, la persona de la que te había hablado»
Por un segundo me quedé mudo, ya que frente a mi estaba sentada una joven que no representaba más de veintiocho años, con un pelo rubio que le caía en ondas sobre sus hombros desnudos, ya que llevaba un vestido de verano bastante ceñido, que revelaba que sus pechos eran demasiado desarrollados, ya que se veían tensos en la tela. Sentí de inmediato un remezón en la ingle, que se tradujo en que al sentarme tuve, con un movimiento que trató de ser disimulado, de acomodar mi miembro en el pantalón.
«Hola Sue» Dije sentándome a un costado, ya que ella estaba frente a mi padre.
«Hola Oscar, encantada de conocerte» Dijo ella, con una sonrisa que me derritió.
La cena transcurrió sin novedad hasta que, al momento de los postres, surgió la razón de la invitación de mi padre.
«Hijo, quería que conocieras a Sue, porque ella y yo nos hemos comprometido.»
«Bien por ti, viejo. ¿Y para cuando es la boda?» Le pregunte mirando también a Sue.
Ella se sonrojó un poco y fue ella la que contestó «Tu padre desea que nos casemos dentro de un mes más o menos»
«Hijo, eso coincidirá con el término de tu semestre, cuando estés de vacaciones, por lo que esta vez, tendrás que planificarlas para veranear tal vez con algún amigo o amiga» Dijo mi padre sonriendo.
«Si. Que bueno que me lo hayas dicho, ya que veré qué planifico. Te felicito, viejo»
Cuando terminó el almuerzo, Sue se disculpó diciendo que iría al tocador. Fue en ese momento cuando se inició mi drama, ordalía o como ustedes quieran llamar al hecho al que me enfrenté.
Me levanté en un gesto de educación mientras ella se dejaba la servilleta sobre la mesa y se encaminaba por el pasillo hacia la zona de baños. Al hacerlo, mis ojos abiertos como huevos fritos la recorrieron de abajo arriba sin que pudiera evitarlo ante el espectáculo que se había abierto inesperadamente.
El vestido de Sue al estar sentada, y sin que lo hubiera advertido al levantarse, se había pegado a su trasero redondo y prieto, marcando claramente la hendidura de sus nalgas, dejando poco a la imaginación. Tuve que sentarme rápidamente, ya que el bulto de mi miembro estaba delatando claramente mi excitación. Bajé rápidamente la vista para evitar el escrutinio de mi padre.
****
Se casaron tal como lo habían planeado se fueron de luna de miel y yo me fui con un grupo de amigos, a vacacionar a Florida, ya que había una promoción y que al grupo le convenía mucho más que hacerlo en las playas de Santa Monica en California, lugar al que acostumbrábamos a ir.
Cuando regresé a casa esa mañana, toqué el timbre mientras sostenía mi bolso de viaje en el hombro y al abrirse la puerta, me encontré con Sue que con una gran sonrisa me abrazó efusivamente.
«¡Oscar qué alegría verte de vuelta! ¡Mírate qué guapo estás con tu tono tostado!»
En su abrazo pude notar la dureza de sus pechos que en su top de verano, parecía sobresalir aún más de lo que yo recordaba. Me tomó el bolso y abrazada a mi cintura, como una familiaridad de viejos amigos que me sorprendió, me condujo hacia la sala de estar, para depositar mi bolso y sentándose en el sofá, sonriendo, palmeó el asiento diciendo:
«Ya, cuéntame todo. Cómo estuvieron tus vacaciones»
La verdad en ese momento no sabía qué decir. Usaba unos shorts de tela delgada, que se incrustaban en su entrepierna, marcando su entrepierna y mostrando unos muslos carnosos y unas pantorrillas musculadas.
«¿Y mi padre?» Pregunté, un poco para bajar mi tensión y poder iniciar cualquier conversación.
«Salió temprano al trabajo y me dijo que no volverá hasta la noche. Así que prepararé un almuerzo para los dos. ¿Te parece? Pero cuéntame cómo estuvieron tus conquistas».
«Bueno, lo normal.»
«¿Cómo que lo normal, acaso no destrozaste algún corazón?» Insistió ella mientras me ponía una mano sobre mi rodilla, en un gesto que parecía amistoso, pero que para mí no lo era, ya que a medida que pasaba el tiempo y la contemplaba, me había comenzado a imaginar cómo se vería su trasero en esos shorts, cuando se levantara del sillón. En ese momento se había convertido nuevamente en el objeto de mi deseo, madrastra o no.
Ella, advirtiendo que no tenía mucha intención de darle detalles por ahora, se levantó y tomando mi mano me dijo:
«Vamos a la cocina, te tomas alguna bebida de tu preferencia mientras cocino, y tú me haces el relato de tus vacaciones. ¿De acuerdo?»
Y allí estaba ella cuando la seguí, luciendo ese trasero espectacular que recordaba vívidamente, sino que moviendo sus nalgas de arriba abajo, con una sensualidad tal, que provocó que mi pene, que había comenzado a desperezarse en mis shorts, ahora simplemente se irguiera sin tapujos. Tan pronto llegamos a la cocina, no tuve más remedio que embutirme rápidamente en el asiento del comedor de diario para ocultar mi vergüenza.
«¿Serías tan amable de darme un jugo o lo que tengas?» Le dije.
«Claro, querido»
Si mi miembro por un segundo había recibido una advertencia mental de que se aquietara, tan pronto Sue se dirigió al refrigerador, abrió la puerta, se inclinó para mirar, tomó acción propia y comenzó a deslizarse por la pierna de mi pantalón, saliéndose de mis boxers y estoy seguro, mostrando la punta de la cabeza por el borde.
Es que esos pequeños melones redondos que se apretaban a la delgada tela de sus shorts, y que marcaban la línea de su raja, eran demasiado excitantes como para no dejar de mirarlos. Cuando ella se alzó con la bebida y un vaso que había tomado de la alacena, me miró y seguramente advirtió la brillantez de mis ojos. Se acercó y colocando el vaso sobre la mesa, escanció la bebida mientras me observaba sonriente, con un brillo en sus ojos que alguna vez había advertido en las chicas con las que yo había estado. Estaba seguro ahora, que ella había mirado hacia mi entrepierna, porque vi que entreabría sus labios para humedecerlos con la punta de su lengua, para después morder brevemente su labio inferior.
«Cuéntame ahora de tus vacaciones» Me dijo, dejando la bebida a un costado del vaso, mientras se dirigía al mesón central de la cocina, en donde tenía una serie de elementos para cocinar.
La vi moverse por toda la cocina, mientras preparaba el almuerzo y yo le relataba los pormenores de mis vacaciones. Parecía estar consciente de que mis ojos la seguían como si fuera un ave de rapiña listo para abalanzarme en cualquier momento sobre ella. Adoptaba poses muy sensuales, ya sea para agacharse en la cocina buscando utensilios que después dejaba en el mismo sitio, o levantaba un brazo para remarcar algún comentario, haciendo que su top se levantara más, dejando al descubierto el comienzo de sus pechos. No había tardado en descubrir que no llevaba sostén lo que había servido para reafirmar más mi erección.
A veces se acercaba adonde estaba sentado sin razón aparente, o para hacer que probara la ensalada si estaba bien de sal y veía que ella también clavaba su mirada en el bulto que claramente marcaba la pierna de mi pantalón.
De pronto se quedó parada frente a mí y me preguntó a boca de jarro «¿Tuviste un encuentro nivel tres con esa chica que me mencionas?» Y se mantuvo allí, sin quitarme la vista. Sabía que su vista periférica no se estaba perdiendo detalles del estado en que me encontraba.
En efecto, mi miembro saltó dentro de mi pantalón para responder primero que yo. «Bueno… sí. Aproveché que mis amigos habían salido esa tarde, y me quedé con ella.»
«Pero, te la tiraste, ¿No es cierto?»
«Bueno. Si» Dije confundido, sin entender adónde iba ella.
«Bien. Porque eso es bueno para tu salud mental. Porque te relaja. ¿No es cierto?'»
«Obvio. ¿A ti no?» Contra ataqué.
«Humm. Bueno. Sólo cuando logro acabar»
«¿Acaso te cuesta… mucho lograrlo?» Seguí en la misma línea que se me había abierto y que quería aprovechar hasta donde me durara.
«Si. Un poco» Dijo, casi con la mirada perdida. De pronto reaccionó y agregó. «Pero basta de erotismo. El almuerzo en cinco minutos más, así que ve a lavarte las manos, y eso solamente. ¿OK?» me dijo con una sonrisa socarrona, que entendí claramente.
Con cierta dificultad, me levanté en un momento que ella me dio la espalda y corrí al segundo piso al baño. Allí rápidamente me bajé los shorts y los boxers y agarrándome el miembro me corrí la paja.
Fue las más espectacular que me había hecho en mucho tiempo. Me imaginaba bajándole los shorts hasta el piso, mientras ella abría esos muslos lechosos y le pasaba la cabeza de mi pene que chorreaba liquido pre seminal entre los labios de su chocho. Y lentamente hacía que se inclinara sobre el mesón de la cocina y de pie por detrás de ella, le introducía la verga hasta sentir que se la había metido hasta el fondo y mis testículos rozaban su clítoris. Y después, tomándola de las caderas, le daba una larga culeada hasta hacerla acabar, lo mismo que yo.
Claro, esa supuesta larga culeada solo me duró un par de segundos, el resto estaba sólo en mi mente. Abrí los ojos y vi que, frente a mí, el piso del baño mostraba un gran manchón de semen. Lo limpié y me di una rápida ducha para y bajar a almorzar con la causante de todo este estropicio.
Almorcé en silencio y ella, como comprendiendo mi estado, no me dijo nada. Le agradecí el almuerzo y me encerré en mi pieza, a rumiar lo sucedido.
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Las cosas no mejoraron para mí en absoluto. Yo tenía una amiga con ventajas con la que me reunía ocasionalmente. Pero, cuando le pedí que nos juntáramos, la semana siguiente, me di cuenta que nuestra relación había perdido todo el encanto.
Durante toda la semana previa, me había visto enfrentado a la presencia excitante de mi madrastra. Para mí era como si lo hiciera a propósito. Su vestimenta era la de una persona acostumbrada a vestirse ligera de ropa. Notaba que ella lo hacía de forma natural. Algunas veces se vestía con una bata de verano otras con shorts, pero siempre esas vestimentas tenían, al menos para mí, esa leve distancia entre lo que es ligero y lo que es provocativo. Todo lo cual me mantenía en un estado de profunda excitación, a tal punto que a veces prefería almorzar y comer en mi habitación, aduciendo tanto a mi padre como a ella, que estaba con mucho estudio atrasado.
Por esa razón mi encuentro con mi amiga Penny, había terminado en total fracaso, ya que ella notó el poco interés que me provocaba, por lo que me simplemente me mandó a la mierda.
En la universidad las cosas iban de mal en peor, a tal punto que me había alejado de mis amigos. Incluso había perdido las ganas de entrenar y pronto el entrenador viendo mi estado anodino, decidió ponerme en la banca.
Para empeorar las cosas, una mañana en que no tenía clases y me levante más tarde de lo acostumbrado, al pasar por el baño del dormitorio de mi padre que ahora era también de Sue, escuché un pequeño canturreo y despertándome la curiosidad entré al dormitorio y vi que la puerta del baño medio entornada, y me acerque a mirar.
Allí estaba Sue, de rodillas en el borde de la tina con guantes, limpiando su interior vestida solo con un par de calzones color carne tan breves, que se le incrustaban entre sus nalgas como si fueran hilo dental. Si hubiera sido una imagen estática, tal vez no hubiera sido golpeado mentalmente como lo fue el hecho de observar cómo sus nalgas se agitaban al mover sus caderas de lado a lado en su tarea de limpieza. Mi pene reaccionó en automático levantándose por el centro de mis shorts, y si no se deslizó afuera, se debió exclusivamente a que la pretina se lo impidió. Quedé con la boca abierta, petrificado, convertido en una estatua de sal, como en la historia bíblica.
No sé si fue la intensidad de mi mirada o qué, pero Sue se giró para observar que detrás de ella había un tipo que la miraba como embobado, luciendo una erección de locura.
«Hola cariño, ¿quieres desayunar ahora?» dijo, con la mayor naturalidad del mundo, mientras yo pedía al cielo que me enterrara en ese mismo instante.
«Eh…eh… Si bajo, pero no te molestes. Yo me lo preparo».
«No, por ningún motivo. Bajo de inmediato a prepararte un buen desayuno. Necesitas recuperarte después de esa larga noche de estudio» Dijo, mientras se levantaba y me enfrentaba con ese par de tetas que su pequeño sostén del mismo color que sus bragas, apenas cubría. Se quitó los guantes de látex, se lavó las manos y tomando una bata que había sobre la cama, se la colocó tal como supuestamente hacía frente a mi padre. Demasiado para mi mente afiebrada como para que mi miembro, que luchaba para hacerse presente frente a esa hermosa rubia, no participara del juego.
Ella pasó frente a mí sonriente , yo seguía paralizado, y caminó en sus chinelas hasta la puerta, mientras yo la seguía como si fuera su mascota, mirándole ese culo oscilante durante todo el camino mientras bajaba por las escaleras hasta que llegamos a la cocina.
Ella en silencio preparó mi desayuno y cuando me lo colocó sobre la mesa, se sentó frente a mí y me habló.
«Cariño» Dijo, expresión que me desarmó aún más «Siento que te está pasando algo en el último tiempo. Pasas todo el tiempo encerrado en tu habitación, aduciendo que debes estudiar, pero que lo hagas también el fin de semana, no me hace sentido y por lo mismo me tienes preocupada. Tu padre como no ve lo que veo yo, parece ignorarlo, pero yo, que tengo todo el tiempo, me doy cuenta que algo te preocupa, y quiero que sepas que me puedes contar, cualquiera sea el tema de tus angustias. Tengo algunos años más que tú, y tengo algo más de experiencia. Especialmente si se trata de algo que tenga que ver con tu estado emocional.»
La miré sin decir palabra escuchando todo su largo discurso, y me di cuenta que lo único que podría haberle contestado en ese momento era: ‘Sabes Sue, me tienes loco, tu culo me tiene loco, tus tetas me tienen loco, y sólo deseo abrazarte y culearte hasta que tú y yo caigamos exhaustos’ Sólo musite, más que hablar «Te agradezco tu confianza, Sue. Lo tendré en cuenta» Y me levante. Mi erección después del discurso también había agachado la cabeza, confundido.
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Las cosas continuaron igual por otra semana y una tarde en que bajé de mi dormitorio para buscar algo para beber, la vi sentada, con su tenida de yoga que parecía que estaba asida a ella como si tuviera pegamento; ella leía absorta.
Verla y tener una erección furiosa, fue todo uno. Esta vez, casi sin medir lo que iba a hacer me acerqué y me quedé de pie frente a ella. Ella levantó la vista del libro para mirar mi rostro, pero rápidamente sus ojos quedaron fijos en la carpa que lucían mis shorts.
En ese momento le hable: «Sue, ¿recuerdas lo que me dijiste la semana pasada respecto de que podía contarte cualquiera cosa que me pasara?»
«AHuh. ¿Quieres hablar ahora, cariño?» Dijo ella, con su mirada fija en mi erección. Después ella subió su mirada diciéndome «Oscar. Mírame»
«Sue, por favor no hagas que te mire. Déjame que te hable y no me digas nada, por fuerte que sea, hasta que termine»
«Está bien cariño, di lo que tienes en tu mente» Y nuevamente dirigió su mirada a la enorme carpa que tenía cuando me senté a su lado en el sillón.
«Sue, no sabes cuanto me ha costado juntar el coraje para decirte lo que debo decirte en este momento. Por favor no me juzgues»
«No seas tonto, creo que se lo que te pasa. A muchos muchachos de tu edad les pasa que pueden sentirse atraídos por su madre o en este caso por su madrastra. Aunque no con la pasión que parece manifestarse en ti como puedo apreciar en este momento» Dijo dándome una mirada significativa a la enorme erección que mostraba yo en mis shorts, y que parecía irrumpir en el dialogo.