Mirá yerno, a mi me gusta la pija, pero no voy a observar la tuya como la que espero que satisfaga mis deseos. Ella permanecía en la cama sin corregir la posición que dejaba su concha a la vista de mis ojos.
Sus senos apenas asomaban el camisón pero aún así, la perfección de sus formas y tamaños, no dejaban de despertar mi interés por ella.
Le dije que al mostrarse de ese modo era difícil sustraerse al deseo natural que cualquier persona pude sentir. Agregué que su cuerpo era atractivo, que los años habían dejado las huellas de su paso, pero que como mujer era un objeto absolutamente deseable.
Ella respondió con una sonrisa que no la convertía en cómplice de ninguna situación ni tampoco convalidaba un permiso para seguir avanzando en la propuesta.
Ambos sabíamos que estábamos negociando la culpa por si algo sucedía.
Ella se recostó en sentido contrario. Ya no podía ver su pubis poblado de rulos renegridos, pero quedaron a mi vista sus nalgas redondas cuyos cachentes se doblaban hacia un centro de línea más oscura.
¿El culo también te gusta? – me dijo burlándose del deseo espontáneo que le había expresado al verla acostada mostrando su parte más íntima.
Le respondí que si, que si quería saber más también me agradaban sus tetas.
Me gustaría saber qué es lo que motiva tu conducta. ¿Mi hija no te da satisfacción sexual suficiente como para que tengas que buscar en su
madre alternativas de placer?, – Le respondí que era una cosa distinta, que cuando uno tenía algo lo sentía seguro pero que no necesariamente que esa tranquilidad significara que no se pudiesen tener otros deseos.
– ¿Estás buscando una aventura? -dijo. No es eso respondí. La veo a usted en una actitud descuidada donde me fue posible tomar contacto visual con su sexo. Usted no se preocupó para que eso no sucediese y entiendo que tal vez, en forma conciente, ha pretendido provocarme para obtener la gratificación de ser observada como una hembra aún deseable. Usted es una mujer que puede despertar muchos deseos. Los busca. Muestra su cuerpo en forma impúdica y pretende que mi actitud sea pasiva e indiferente cuando lo que espera es desatar mis deseos.
– Ahora estoy arrepentida – dijo-, y quisiera salir de esta situación incómoda que yo misma provoqué. En algunos aspectos tu observación fue acertada. No medí las consecuencias. Soy única responsable de haber llegado a este extremo. Siempre censuré la posibilidad de tener algo con vos, aunque en el fondo lo deseaba, a pesar que era una situación que debí haber despejado de mis fantasías, la fuerza en que se instaló en mi cabeza hizo que actuara de este modo. – Luego dijo: – Me siento halagada por el hecho que me observaste como mujer, que haya podido despertar tus deseos a pesar de las prohibiciones que impone la moral más elemental. Te ruego me disculpes -agregó- , solo quise ver si aún conservaba la posibilidad de seducir a un hombre y elegí la prueba equivocada.
– Usted no debe preocuparse. La observé como mujer, nunca como mi suegra y eso es lo que tal vez esperaba.
Respondío que en eso consistía el desafío. Que le agradaba mi forma de ser y que entendía la reacción ya que ella misma había dejado a la vista las tentaciones a las que quería someterme. Agregó además, que eso me dejaba en la condición de una persona que reaccionaba normalmente y que para ella le permitió rescatar su valoración personal como mujer objeto de algún deseo.
Al decir esto volvió a la posición primitiva, solo que esta vez, abrió sus piernas para que el panorama de su sexo fuese más amplio. Se subió el camisón y dejó al descubierto la dimensión de sus senos que remataban en unas auerelas oscuras de tamaño enorme con sus pezones en relieve.
En este punto ya no podía contener mis expresiones de excitación. Me bajé los pantalones y luego el boxer para dejar al descubierto mi genital que ya estaba en una dilatación casi completa. Ella expresó: – Es fantástico ¿Me lo das?.
Sin precipitaciones deje caer mi cara entre sus piernas. Mis labios se adueñaron de los bordes de su sexo, de su clítores, de los sabores de concha caliente con sus exudados que lubricaban es desliz de mi boca. La invadí con mi lengua. Ella gemía. Le dije: -puta, como lograste seducirme con tus deseos primitivos- Ella me dijo que era mi puta, que le metiera la pija para poder terminar de gozar plenamente. Le hice caso a su ruego. Se la metí con suavidad y comencé a bombearla a un ritmo progresivo. Ella pedía: – más rápido, quiero acabar, más rápido por favor !
Ahora estaba muy caliente y mi sexo a punto de estallar por la dimensión que podía sentir. La serruché con vigor. Agarraba sus tetas y las besaba en el incómodo espacio que me quedaba para no desenchufarme de su cuerpo. Dame -dijo- fuerte, como me gusta. Estoy a punto de acabar agregó. Eso me excitó más y pensé que era justo acompañar su orgasmo con mi eyaculación. Gritó: – acabáme ahora- dame toda tu leche, mi concha tiene sed de tu leche! Y comenzó a gemir con gritos ahogados y le di lo que me pedía con un gozo profundo irreproducible.
Cumplidas las satisfacciones me eché a su lado. La acaricié en su rostro y sus senos. Me dijo – gracias, gocé mucho y me hiciste recuperar mi capacidad de gozo- Sos fantástico agregó. Nos quedamos relajados después del evento.
Dormí unas horas y ella se había higienizado en el cuarto de baño. Regresó envuelta en una toalla para expresar un gesto de pudor y tal vez de arrepentimiento.
– Gozaste bien? – preguntó- Le dije que estaba pleno y que me agradaría que en algún futuro pudiésemos repetir la experiencia. Ella respondió que le gustaría que el futuro estuviese muy cerca. Ahora ya nada cubría su cuerpo. Comenzó a masturbar su genital ante mi asombro. Me dijo que todo había sido hermoso, y que sin querer había dejado correr sus fantasías nuevamente. Tomó mi mano y la puso sobre su genital. Lo acaricié, hundí mis dedos en su vagina y ella gemía. Estas acciones me estaban excitando, aunque todavía no podía recuperame para una nueva erección satisfactoria. Ella dijo: – te olvidaste de mi culo- Esa frase disparó la erección a su punto de mayor dilatación. Al notarlo, ella se subió encima mío, tomo con sus manos mi pija y se la puso en la puerta de su concha. Despacio se bajo y comenzó a hamacarse, subiendo y bajando con tal entusiasmo que no sabía cuánto podría durar hasta eyacular. Sus gemidos se habían hechos consistentes. Con los ojos cerrados comenzó a gritar en expresión de gozo. Se elevó dejando mi pene afuera del conducto vaginal. Colocó el vértice de mi pija en la puerta de su ano.Escupió sus dedos
y lubricó la entrada. Despacio ella misma se fue invadiendo. Sentí que un anillo cartilaginoso rodeaba mi verga y que subía y bajaba. Se sentó sobre mi para que no quedara espacio entre nuestros cuerpos y que la invasión fuese total. Le comenté que eso me calentaba mucho, que estaba en un punto extremo y no sabía cuánto podía soportar los masajes de su orto. Ella me dio la siguiente instrucción: .agarrate de mis teta y me balanceo más rápido. Mi ano tiene las mismas terminales nerviosas que mi concha y estoy gozando magistralmente. Agregó: – cuando quieras podés acabar y yo te acompaño. Sos una mujer genial le dije, y comencé a acabarle en su recto el escaso semen que me quedaba.
Me ardía la pija de tanta acción. Me levanté y me incliné para besarla en los labios. Después de eso nos miramos con la ternura del pecado consumado. Cerró sus piernas y entendí que ese dia no habría otro encuentro.