Era una noche de viernes cargada de anticipación y electricidad en el aire. Después de mi encuentro inolvidable con Michelle en mi departamento, no podía sacármela de la cabeza. Su cuerpo curvilíneo de colombiana de 24 años, midiendo alrededor de 1.60 metros, con senos grandes y pesados talla D, y un trasero redondo y firme que parecía esculpido para el placer, me había dejado con ganas de más. Su piel morena suave, cabello negro ondulado hasta la mitad de la espalda, y ojos cafés llenos de picardía, combinados con su fetiche por ser llamada “putita”, recibir cachetadas y terminar con semen en la boca, la convertían en la candidata perfecta para unirse a nuestras aventuras.
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