Al fin pude cumplir mi fantasía

Estábamos sentados en un lugar de comidas rápidas con José, cuando entra un negro, joven, con un físico atlético, en musculosa y pantalón corto donde se podía ver que escondía un instrumento descomunal.

Mientras esperaba su pedido parado, José se dio cuenta que yo no le saque los ojos de encima por un rato. “Él, te está sonriendo”… dice José.

Era claro que todos se habían dado cuenta que yo no le saque los ojos de su gran paquete.

-Podría ser interesante que pruebes una pija grande como esa, y cumplas tu fantasía, dice mientras ríe José. -¿Cuánto hace que no probas una bien grande como esa?

-Ufff, desde Cristiano, pero me parece que este la tiene más grande. jajaja.

Me estaba burlando de José porque yo le había insinuado en más de una ocasión que me gustaría ser cogida otra vez por una gran verga y en lo posible por una pija negra, es una de las pocas fantasías por cumplir, eso era exactamente lo que soñaba algunas noches. Porque como todos saben he hecho de todo, pero nunca estuve con alguien de color. Nunca tuve la oportunidad de hacerlo, no porque no me guste.

Cuando avisan que nuestro pedido está listo, me levanto y tropecé en la cola para pagar con él, fue como si una corriente eléctrica circulase a través de mí, olí su perfume muy varonil, ese olor tan erótico, me excitó tanto y al míralo a los ojos le pedí disculpas. Mi imaginación se volvió loca por unos segundos, que incluso pensé en tocarle la pija disimuladamente como que fuera sin querer, pero me contuve.

Por varias noches tuvimos sexo con José, mientras mi cabeza fantaseaba con una gran pija negra.

José nunca dejaba de recordarme a ese joven de la cantina de comida rápida, diciendo, -¿quieres que lo vayamos a buscar? ¿Cómo tendrá la pija de grande? ¿Te imaginas comiendo ese pedazo?

Eso se notaba que a José lo ponía caliente. Siempre me bromeaba con esa verga grandota, gruesa cogiéndome, lo que me ponía muy caliente. Diciéndome que le encantaría que pudiera hacer realidad esa fantasía. Lo que me ponía cada vez más loca solo pensarlo.

De todos modos, es hipotético porque ninguno de los dos le iba a proponer o preguntar si quería acostarse conmigo, como regalo de aniversario, jajaja.

Un día descubro que era tatuador y tenía su pequeño negocio a la vuelta de la cantina donde todos los días iba a buscar su comida. Aproveche, solo por curiosa en ir y preguntar lo que costaba un tatuaje. Apenas lo veo, bien vestido, con un jean donde se observaba un terrible bulto. Nos ponemos a conversar, donde él recordó el día que nos cruzamos en la cantina, donde claramente recordaba que no le saque los ojos de encima sin disimular ni un poquito.

Mi corazón latía con fuerza, mientras me mostraba distintos dibujos y que precio tenía cada uno. La idea me empezaba a calentar mucho, por ratitos me iba de la conversación soñando que haría con ese pedazo para mí. Creo que se dio cuenta, de eso, y pregunta mi nombre. Él se Llama Kadan, es sudafricano y hace varios años que vive aquí. Después de unos segundos de silencio decidí irme. Me tomo de la mano y me pregunta, ¿cuándo y dónde te lo harías? Se dio cuenta que se me caía la baba. No sé, si me decido vuelvo le respondo.

Los días pasaban, en todos los polvos, José que insistía en que me lo cogiera, y así cumpliera mi fantasía. Y mi cabeza explotaba de ganas. Un día cerré la puerta de mi habitación, me desnudé totalmente y me masturbo pensando en lo apretada que entraría esa verga en mi vagina, la sensación del tamaño de semejante pija, mientras pasaban por mi mente escenas calientes de sexo con negros bien dotados, tuve un fuerte orgasmo que me dejo feliz.

Estaba claro mi deseo, mi fantasía incumplida, tenía todas las ganas de probar su miembro, hasta quedar exhausta, lo quería como un amante, quería probar ese negro vergón, mientras le contaba esa fantasía a mi marido que me complace siempre para cumplir todos nuestros deseos sexuales.

Un día, me decido y le digo a José que voy a hacerme un tatuaje chiquito en la cola, bien escondido en mi nalga. Y él completa la frase diciendo: y a tratar de cogérmelo, con una risa cómplice.

Decidida, voy elijo mi dibujito, arreglo el precio, el día y la hora, sin disimular mi mirada descarada, caliente que no hacía otra cosa que posarse en el bulto que lleva entre sus piernas. Al preguntar en que lugar me lo quería hacer, respondo: bien escondido, donde termina el cóccix, fue como que los ojos se le alborotaron, tuvo que acomodarse su bulto con la mano dentro del jean, y me aclara que me tendría que sacar lo que lleve puesto para trabajar tranquilo.

Llego el día y hora, me saqué mi pollerita corta para quedar en tanga frente a él y me acosté en su camilla. Se acercó y tomó una toalla y la tiro sobre mi cola. A esa altura ya me daba igual, iba a dejar que me viera todo el culo si fuera por mí, estaba caliente por él e iba a hacer lo posible por encenderle esa pija enorme.

Tocó con su mano allí donde moría mi espalda y empezaban a nacer mis nalgas. “¿Quieres que dibuje aquí?” me preguntó. Le dije que quería un poquito más abajo, bien cerquita de mi asterisco. Llevé mis manos a mi tanga y la bajé más, dejándole ver el nacimiento de la raja de mi culito. Se mantuvo callado por unos segundos, yo no podía verle, pero imagino que estaba contemplando mi cola y con ojos de quererme comer.

-OooK… Voy a empezar.

Se sentó en su butaca y se puso a mi lado, una mano la reposó en mi nalga mientras que con la otra empezó a pintar. Realmente no dolía, pero aun así gemí como una putita para conseguir excitarlo. O al menos tratar.

Mientras más pintaba, más movía mis piernas y más cedía la tanga. Creo que llegó un punto en donde más de la mitad de mis nalgas ya estaban expuestas. Si eso no lo ponía, no sé qué más podría funcionar. Cuando terminó de pintar mi pequeño dibujo bien cerquita de mi chiquito, me dio un sonoro guantazo a la cola que me hizo chillar de sorpresa. Buscó un espejo y me mostro como quedo, lo que yo veía era toda mi cola a aire con ese pequeño dibujo.

Me doy vuelta con la tanga baja donde se asomaba mi conchita húmeda, para pararme casi desnuda delante de él sin la toalla que quedo sobre la camilla, voy hacia un espejo grande que estaba ahí, me abro los cachetes del culo para ver mi cola y encontrar el tatú.

-Perfecto. Me encanta le digo. ¿A vos te gusta? Muy lindo como te queda, pocos van a descubrir mi obra responde.

-No te creas, seguramente varios van a ver mi tatú, jajaja.

Trabajo terminado, dijo. -Seguro? le pregunte, mientras seguía parada delante de él con mi tanga a la altura de los muslos.

Ahí vi como estaba respondiendo su pedazo dentro del jean, porque tuvo que tomársela con la mano para acomodarla, parecía que lo iba a romper. Se acercó a tomarme del mentón, y sin preámbulos, me tomo de la cintura. Sentí mariposas en el estómago y mucho fuego en el resto de mi cuerpo, por fin se decidió a mover ficha, mientras apoyaba ese enorme paquete sobre mí.

-Lau, soy un profesional, estuve aguantándome toda la tarde pues quería terminar mi trabajo… Pero me estás volviendo loco, vístete.

Lo tomo del cuello, me tuve que estirar, es muy alto para mí, mientras mi tanga caía al piso.

Le tomé de la mano, trayéndolo contra la camilla en donde yo estaba ardiendo. Era tan fuerte sus brazos, su sonrisa, sus ojos, su olor a macho, su confianza y su acento hacían que mi cara se ponga coloradísima.

-Quiero ver que tienes ahí entre esas piernas largas, eres un hijo de madre, me has calentado desde que te vi en la cantina.

-¿Te calenté? ¡Jajaja! Te has calentado tú solita. La verdad es que encharcaste mi camilla, Lau.

Se alejó para subir el volumen de su equipo de sonido. El reggae infestaba todo el lugar, seguramente lo hizo para que nadie de afuera escuchara la sinfonía de gritos y chillidos que yo haría al ser montada por ese pijon. Comenzó a bajar el jean, me acerco a bajar su ropa interior, y ahí apareció ese hermoso pedazo, abrí los ojos como no pudiendo creer lo que era eso, me sujeté de la camilla para no caerme. No solo por el pijón que tenía ese muchacho; sino lo dura que se veía, con su pubis todo depilado y lo tenía tatuado con dibujos de llamas. Ese infeliz estaba loco, pero yo más.

Ahí me arrodillo para contemplar, recorrer primero con la mirada y después actuar con manos, lengua. Llenaba mi boca babeante, solo un pedazo entraba, el resto la tomaba con las dos manos, mientras lo miraba como se iba sacando la remera.

Me toma de los brazos, me tira en la camilla boca a arriba, al tiempo que su verga gigantesca, negra, venosa, curvada al revés, y gruesa se acercaba peligrosamente a mi conchita. Cuando se pegó a mí, empezó a frotar deliciosamente contra mi rajita. Mis carnes estaban hirviendo, lo rico que se sentía en mis pliegues húmedos, pero por lo visto el muy guacho no tenía ganas de penetrarme.

Me quité mi remera y corpiño rápidamente, separé mis piernas y con ellas rodeé su espalda, trayéndolo junto a mí. Puse mis manos en sus hombros para tener algo de qué sujetarme en caso de que hiciera revolverme del placer. Yo estaba a tope, no sé qué más quería él, empujé mi pelvis contra él para que su pija entrara de una puta vez, pero él no quería metérmela aún.

Llevó una mano a mi conchita empapada y empezó a jugar con su vergota en ella. Yo parecía una maldita poseída, quise decirle que me coja de una vez, y solo salieron balbuceos que no entendía ni yo lo que decía. Casi perdí la visión debido a la rica estimulación, mis piernas se abrieron más al igual que mis brazos, quedando colgados como si yo no pudiera controlarlos.

Lamí sus dedos que estaban, efectivamente, encharcados de mis propios jugos. No voy a mentir, no fue delicioso, pero estaba tan caliente que no me importaba nada, con mi mano tomo ese gran pedazo negro y lo posó en mi entrada. Un ligero cosquilleo nació en mi vientre, mezcla de miedo y expectación. Realmente era un pedazo de carne que no estoy acostumbrada a comer, no sabía cómo algo así iba a caberme, por más lubricada y ansiosa que estuviera. Él se apoyó y de un impulso metió la cabeza. Arañé sus hombros y me mordí los labios al sentirlo por fin adentro.

Empezó a empujar, más y más, contemplando mi cara de vicio. Cuando media pija se encontraba enterrada, lo tome de la cintura con las dos manos para frenar que no siguiera empujando, para ir acostumbrándome a ese pedazo de intruso que estaba dentro, hizo movimientos circulares dentro de mí que me volvieron loca. Se sentía tan rico, me llenaba por completa, pero tenía que aguantar para poder gozar.

Empezó a decirme palabras obscenas en su idioma, pero a mí no me importaba, yo también le insultaba en el mío. Cuando notó que las paredes de mi concha se iban dilatando y acostumbrando a su tamaño, aflojo mis brazos que lo sostenían para que empuje un poquito más, entro otro pedazo más, que me hizo gritar como una auténtica puta. Si no fuera por la música tan fuerte, se hubiera escuchado hasta el otro lado de la calle.

Eso logro que retire un poco ese miembro, viéndome babeante, con los ojos lagrimosos, continúo embistiendo, solo que más lento, caballerosamente, haciendo que empiece a disfrutar de tremenda cogida. Con lo que le susurro al oído un… ¡gracias!

Al verme sacada, entregada, disfrutando, continuo y empezó a aumentar el ritmo, empezó a aumentar un poquito la incomodidad, realmente me estaba estirando mi agujero y mis gemidos cada vez más fuertes así lo decían. Hasta que su cara cambio y empezó a moverse más fuerte, a empujar esa formidable, monumental pija. Grité, goce, dolía, pero no me importaba, era mi fantasía y la estaba cumpliendo con creces, mi vista se nubló y perdí el control de mi cuerpo, para sentir como explotaba mi orgasmo.

Me tomó de la cinturita como para evitar que yo me escapara, aunque realmente yo no podría hacer nada pues mi cuerpo ya no respondía. Pero aún podía sentí cómo su pene caliente palpitaba adentro de mí, para posteriormente acabar maldiciendo, gritando, parecía que la leche no paraba de salir de su verga, que se desparramaba por toda mi panza, tetas y un chorro llego a mi hasta mi cuello.

Me dolía, ardía, por el reflejo de uno de los espejos contemplé el tremendo agujero ensanchado que dejó, con leche chorreando, recorriendo mis muslos, tetas, cuello y el cuero de la camilla. Viendo también que semejante pedazo de carne, si bien ya no tenía la dureza, seguía siendo un tremendo pollón que colgaba entre sus piernas. Intenté reponerme, pero era difícil, yo temblaba como una poseída.

Me ayudó a reponerme, recogí mis ropitas y salimos del cuartito. Cuando entré en el baño me vi en el espejo, realmente estaba satisfecha, contenta, con el objetivo cumplido, me seque con una tolla su semen en mi cuerpo, me lave la cara, lo poco que quedo deje que se secara en mi por puro morbo, para mostrárselo a José cuando llegue a casa.

Me puse mi tanga, remera y mi faldita blanca. Cuando salí del baño, me dirigí al mostrador donde él me esperaba sentado, ya vestido. Al acercarme a él para despedirme, me tomó de la manito, me dijo que le encantaría hacerme otro tatuaje. Que sería la excusa perfecta para volver a su local y poder repetir el genial polvo, volver a comer esa formidable carne negra que triplicaba el tamaño de la pija de José.

Antes de irme, como aún notaba su bulto, lo acaricié con una mano y le dije que iba a pensar lo del tatuaje.

Me despedí besándolo en la mejilla, y salí rumbo a casa para que pudiera ver el bambolear de mi culito, húmedo, con su semen seco en mi cuerpo.

Llego a casa, José me estaba esperando ansioso, para que le contara lo ocurrido, pero antes pidió verme el tatuaje. Comencé a desvestirme, mientras él hacia lo mismo, hizo apoyarme en la cama para que pudiera inclinarme y poner la colita así él, metiendo un dedo en mi culo mientras que con la otra mano palpaba mi tatuaje. Pidió que empiece a contarle mientras ponía su pija de tamaño normal en mi cola.

Una vez que termine de contarle, mientras acababa dentro de mi culo tirando chorros de leche dentro. ¿Vas a volver por ese de tatuaje? Me pregunta.

-No creo, ahora te toca a vos cumplir tu fantasía respondí.

Voy a quedarme con el recuerdo, de un macho negro y caballeroso. Que me hizo ver las estrellas cada vez que empujaba en su camilla al ritmo de su música reggae, entre las pinzas y agujas de su local. A memorizar todos y cada uno de los tatuajes de su cuerpo, sobre todo recordaré el fuego dibujado en su pubis depilado. Principalmente recordar el tamaño, la forma, venas que tenía esa increíble pija que me regalo un orgasmo, doloroso, pero intenso.

Gracias por haber llegado hasta aquí, queridos lectores, espero que les haya gustado como a mí. Un saludito muy especial a los que me han comentado.

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